Sin duda estamos ante un momento de crisis mundial, desencadenada por una epidemia causada por un nuevo virus. Lo que podría sonar a ciencia ficción es una realidad que, en mayor o menor medida, nos podrá acabar afectando.

Ante el miedo a un contagio masivo, con la consiguiente pérdida de productividad, muchas empresas de todos los tamaños y sectores están optando por permitir a su personal trabajar desde casa.
Esta medida, aunque parezca una más de las que se están tomando desde distintos ámbitos, implica que aumentan las posibilidades de acelerar la implantación de la cultura del teletrabajo. En definitiva, ¡una oportunidad! El potencial impacto que tiene la adopción de esta medida es también real, tanto para la sociedad como para la propia empresa y la persona trabajador

  • Disminución de las emisiones y menores niveles de contaminación asociados a los desplazamientos al lugar de trabajo.
  • Mejora de la movilidad en los grandes núcleos urbanos con destacada presencia de empresas.
  • Atracción y mantenimiento del talento. No importa la distancia al centro de trabajo para alcanzar a personas con el perfil deseado, y las personas preferirán un entorno de trabajo flexible frente al que no lo es.
  • Optimización del uso del tiempo, disminuyendo el que se dedica a los desplazamientos y aumentando el que se dedica al trabajo.
  • Mejora de la productividad por el aumento de la implicación y motivación de la persona trabajadora.
  • Ahorro en costes para la empresa (consumos y mantenimientos de instalaciones).
  • Reducción del absentismo laboral y promoción de la conciliación familiar.

Ahora bien, no todo son ventajas ni todo es tan sencillo. El trabajo a distancia también tiene sus limitaciones y en ningún caso sustituirá (de momento) a la interacción personal, en muchos casos necesaria para desarrollar adecuadamente determinados tipos de trabajo. La responsabilidad de la persona trabajadora también es un factor clave para el éxito de esta fórmula, siendo imprescindible demostrar que la productividad no baja por el hecho de trabajar fuera de la oficina y que somos capaces de gestionar nuestro tiempo de forma eficaz, cumpliendo con nuestros objetivos y compromisos de la misma manera que si trabajásemos en la oficina.

Es cierto que las empresas tecnológicas, por ejemplo, por la propia naturaleza de su actividad y por la formación de sus trabajadores, tienen mucho más fácil optar por el teletrabajo. Pero la curva de aprendizaje para trabajar a distancia es sencilla. Existen además multitud de herramientas de fácil manejo que permiten gestionar el trabajo fuera de la oficina manteniendo el acceso y almacenaje de documentación y la posibilidad de interactuar con el resto de las personas del equipo.

Este cambio de modelo probablemente no llegue para quedarse, pero al menos quizá sirva para que muchas empresas reflexionen y se acerquen a la cultura del teletrabajo y la contemplen como una fórmula cuya aplicación, aunque sea ocasionalmente, tiene indudables beneficios.

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